Y es que la primera imagen que se nos
viene a la cabeza cuando vamos por primera vez a un psicólogo o psicóloga es la de un médico
con una bata blanca que tiene acceso a un conocimiento privilegiado sobre nosotros.
Quizás va a hacer algunas preguntas para emitir un diagnóstico con una receta para
solucionar nuestros problemas. Y estirarnos en un diván.
Nada más alejado de la realidad. Sin
embargo los seriales y programas magazines de la tele parece que todavía
insistan en ello.
El/la psicóloga, como es obvio, por muy
experta que sea no sabe más de ti que tú de tu propia vida. Te invita a que
conjuntamente se vaya construyendo una conversación que tú quieras compartir
con él en ese momento mostrando aquellos - y solo aquellos- aspectos que
consideres oportunos mostrar.
Quien es quien
Como consultantes invitamos a entrar en nuestra “casa” (en algunas habitaciones) para participar en una muy pequeña parte de nuestra vida - durante una hora-.
Harlene Anderson explica que cuando vamos
al psicólogo es como si le presentamos una pelota hecha tiras finas de
papel enredadas y cada tira son fragmentos de nuestra vida, la cual merecen atención
única ya que es preciosa e increíble. De toda la pelota de nuestra vida sólo
le mostramos una cara -la que le queremos mostrar - y él escucha con atención y
respeto sin por ello tomar la pelota en sus manos.
Su tarea no va a ser la de desentramar
ninguna tira según lo que dice su manual de diagnóstico y tratamiento, si no
que va a hacer una indagación compartida para facilitarte un espacio para ti y
para que puedas trabajar en él y con él. Se trata de invitar a la multiplicidad
de formas de ver las cosas para que podamos salir de algunos círculos cerrados.
Un proceso dialógico generativo es un “Proceso
activo, conjunto, recíproco, de dar y recibir, de ir y venir, en la que las
personas están hablando con y entre ellas (y a sí mismas) más que para ellas” (
Anderson, 1999; Ibarra, 2004)
El conocimiento: algo compartido

"La
consejería, los programas de enriquecimiento personal de los fines de semana y
los regímenes de renovación personal representan una primera línea de
dependencia; todos permiten a la gente escapar del incómodo sentido de que no
son 'todo lo que deberían ser'" (Gergen, 2007).
Hoy en día buscar la felicidad está de
moda, parece ser que es algo que se nos escapa y tenemos que recurrir a
supuestos profesionales del conocimiento para que nos lo introduzcan en la
cabeza y nos sintamos, sino felices, tranquilos por hacer algo al respecto.
Una manera alternativa y seguramente más
útil es concebir el / los conocimientos como algo creado conjuntamente en un
proceso comunitario y social que está vivo y en constante movimiento.
Expliquemos esto del “constante movimiento”...
Cuando conversamos interpretamos las palabras
del otro de forma diferente a como las interpretan otras personas interactuando
de una forma UNICA y propia con ellas. Eso es porque cada uno estamos
influenciados por nuestras experiencias y aprendizajes, intereses, expectativas,
prejuicios o creencias que tenemos. Entonces hay un diálogo interno con lo que
estoy escuchando que dice el otro. A la vez lo estoy transformando dándole el
sentido y significado que para mí resulte más conveniente desechando
aquello que no lo es. Si hay 30 personas escuchando una conferencia seguramente
habrá 30 formas distintas de contarla. Si relees un libro que hace años leíste
también cambia la forma de leerlo y dialogar con él. Interpretamos lo
interpretado. En el momento que interactuamos con el conocimiento también lo
estamos transformando y generando, por lo tanto no es estático.
La terapia colaborativa y el equipo reflexivo
Un psicólogo colaborativo es un recurso
para ello, para poder ver desde muchos distintos ángulos y miradas, para
invitar otras voces sobre las historias qué contamos y nos contamos a
nosotros mismos sobre nuestra vida y poder transformarla desde una mirada crítica.
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