Ya
desde los tiempos más remotos las culturas que nos han precedido en el
tiempo adoptaron formas de vivir integradas con la energía de la naturaleza
y del cosmos.
Actualmente y desde nuestra cultura occidental hemos
desconectado de ésta parte y aislamos las cosas de su entorno, viéndolas
como entidades separadas que poco influyen en las demás.
Si
partimos de una visión sistémica, holística, integrada, vemos que la
interrelación constante entre las energías toma un papel fundamental.
Si nuestro cuerpo es energía en distintos estados de la
materia y grados vibracionales, podemos entender como la alimentación
-con sus nutrientes, sabores, texturas, temperaturas, olores- con sus
energías vibracionales se interrelaciona con las de nuestro cuerpo,
mente y emociones. En resumen, en nuestro ser con sus distintos planos
energéticos vibratorios que están en constante transformación ya que son
dinámicos.
Y vemos como ésta energía adopta formas materiales en
nuestro cuerpo físico y nuestra salud general.
No solo es importante lo que comemos sino COMO lo comemos.
Entonces, entendemos que los aspectos psicológicos y
emocionales a la hora de diseñar una dieta son importantes para particularizar en cada caso. Estos aspectos pueden indicar estados vibracionales y energéticos
singulares para cada contexto y situación en particular. Por ejemplo,
una persona enferma de los pulmones, no es lo mismo que otra igual de
enferma. Cada una es diferente, pasa por situaciones y relaciones distintas, come distinto, duerme distinto incluso elige terapias distintas etc...
Por lo tanto hay que tener en cuenta lo
emocional-psicológico para ayudarnos a particularizar y adecuar la dieta en cada caso. Por ejemplo, podemos preguntarnos si se pasa un periodo de estrés, como
se siente ahora, como és su cotidianidad, sus relaciones, como vive y quiere
vivir, que gustos y aversiones tiene, como organiza su horario, sus
creencias, ideologías etc.
Ellas nos indicarán el camino y
también habrá más posibilidades de que la dieta tenga éxito y sea
efectiva.